CONVERSACIÓN CON ARIANE MNOUCHKINE

Era la noche y me quería hacer ovillo. 
La mañana del mundo había sido gris, para todos. 
Lo más cercano al calor -un rincón de la casa, el cuadradito vapor de agua caliente en el baño.
La noche y yo ovillo. 
No sé cómo se llama lo que siento. Parece un desgarro, sí, soy este cuerpo hecho jirones y en el centro del ser una imposibilidad se acurruca.  
Hay algo de soledad acompañada en la experiencia. Como cuando el instante antes de cerrar los ojos, antes de caer al sueño. Un instante que comparto con el resto del mundo. El “resto” que puede ser silencio de sueño…
Si entendiera, si tan solo pudiera hacer cosas con las palabras que no sé y que no puedo organizar en discurso por eso mismo. 
… Si estuviera en el escenario podría decir las astucias de otros, podría decir la rabia con otros, la angustia con otros, la incomodidad con otros. Podría no decir y ser cuerpo que grita o denuncia. Con la presencia de la maldición en mis ojos y la saliva dirigida a los y las responsables. Querría ser Zolá y escupir un “Yo acuso, yo acuso, yo acuso, yo acuso, yo acuso”. Insaciable. 
Si estuviera sobre el escenario, habría un silencio que no se espera, cargado de pregunta y asombro. Como aquella vez cuando el público rió en un lugar -para mí- no gracioso. Y me quedé quieta en el gesto. Y se hizo el silencio. Y había una experiencia a que atender. Y había una risa viva que se transformaba en otra cosa… ese abrupto transformarse de las emociones tan propio de la vida. 
Si estuviera sobre el escenario haría mi trabajo enteramente. El que hago en solitario. Desdoblarme en mil, aprender a ver, jugar a ser. Aceptar no entender. Derramar desde el vientre la hiel, la bilis y el placer que “almaceno en mis odres”.
Pero no estoy. No puedo. 
No tocarse, no reunirse, no el encuentro. No aún. 

La mañana del mundo  -en gris para todos. 
Y los cuervos graznan.
Y los graznidos de los cuervos se confunden con los gemidos de los hambrientos. 
Tras los dedos que rozan las rejas, no me protejo y no me consuelo.
No, los vidrios y los muros no me protegen del más lejano. Al filo del tiempo suceden los derrumbes. 
Carne que se sueña ser otra carne para poder vincularlos, a los lejanos. 
En este filo del tiempo siento amargura. Y si no fuese porque debo proteger la penumbra-vida que otros y otras antes de mí han protegido, me consumiría como Volumnia: “Anger’s my meat; I sup upon myself, / and so shall starve with feeding.” 
[La amargura es mi carne; me ceno a mi misma, y así moriré alimentándome]
La rabia engendra más rabia. La mía, ¿qué puede devenir? ¿Una declaración? ¿Es importante preguntar de dónde la necesidad? Ha de ser el mismo impulso que hace al cuerpo erguirse en contra de y apoyado por la gravedad. 
La vida tiene que seguir, pero ¿cómo?
Que no me inviten a cerrar los ojos para sobrevivir. 
No, no, no, no necesito entretenerme. Me concierne el mundo, en sus grandezas y pequeñeces. Sí, soy diminuta, banal, cobarde, también yo. Busco el placer y la buena hora de tanto en tanto. No como único regalo. Y sin embargo, no prescindo de la inquietud, que me carcome y sustenta, por este mundo que anda patas dispersas. 
No me vengan con que debo tragarme de una pasada con sonrisa la payasada mal montada que veo cada día: el payaso menor que juega a gobernar humanos y no sabe concluir una frase, una bien hecha.
No me digan que es noticia de ayer la violación de la niña. Las violaciones no sabidas. 
No me manden a vestir de hábito la existencia de instituciones que siembran humanos para cosecharlos como artefactos de guerra, con frutos de tiranía y desprecio por la vida. 
                               Que acepte la historia de mediocridad y putrefacción.
Por favor. 
Si tiene que ser así por los siglos de los siglos amén, yo que no creo en un Dios, o que aceptaría la existencia de uno al que no rendiré homenaje por mostrarse siniestro y malévolo… yo, por los siglos de los siglos tendré que seguir preguntando por qué, gritando desde el fondo de la incomprensión. 
Exijo la explicación. La confesión. 
Exijo la crudeza. Que se pongan frente a un espejo. La crudeza a la que yo misma me someto. 
Exijo el “harakiri contra la ignominia”.
Exijo la posibilidad de la virtud en los ostentadores del cetro. Ya de sobra inquietante es que haya humanos que quieran ocuparse de los destinos de los otros. Si han de hacerlo, que sean competentes, sensatos y sensatas, lúcidos y lúcidas. ¿Es demasiado? ¡Pues tamaña tarea se les subió a la cabeza! Que se la bajen al corazón también y la desplieguen con las extremidades. 
L.T.

CONVERSACIÓN CON ARIANE MNOUCHKINE

AU FIL DES JOURS [al pasar los días] / Publicación del 14/05/2020

Entrevista realizada por Joëlle Gayot para Télérama

Fotógrafo: Richard DUMAS / Distribution agence VU

¿CÓMO SE VIVE EL CONFINAMIENTO EN EL THÉÂTRE DU SOLEIL [TEATRO DEL SOL]?
Hacemos lo que podemos. Como todo el mundo. 
Organizamos reuniones por video con los 70 miembros del teatro y a veces con sus niños. Encontrarse con la tropa hace bien a todos. Sobretodo a mí. Reflexionamos: después del desconfinamiento, ¿cómo hacer? ¿Cómo retomar el teatro que no solo se alimenta de palabras sino sobre todo de cuerpos? ¿Qué condiciones sanitarias poner en práctica sin que se vuelvan una censura insoportable? Tapabocas, obviamente, distanciación física en las actividades cotidianas como las comidas, las reuniones, ¿pero cómo hacer en los ensayos? Preguntarse cómo hacer, es estar ya, un poco, en acción. Sucede que el 16 de marzo íbamos a comenzar a ensayar un espectáculo extrañamente profético. El tema, que no puedo ni quiero evocar aquí, so pena de verlo desvanecerse para siempre, no cambia. Mas su forma va a modificarse bajo los golpes del cataclismo que sacude todo, individuos, estados, sociedades, convicciones. Así que nos documentamos, llevamos a cabo nuestras investigaciones en todos los campos necesarios. Debemos retomar la iniciativa, esta iniciativa que, desde hace dos meses, nos ha sido prohibida, incluso en los campos donde las iniciativas ciudadanas habrían aportado, si no soluciones, por lo menos notables mejoras en el plano humano. 

¿CUÁL ES SU ESTADO DE ÁNIMO?
Siento pena. Pues tras las cifras que un tipo desgrana cada noche en la televisión, felicitándose por la acción formidable del gobierno, no puedo evitar imaginar el sufrimiento y la soledad en la que han muerto estas mujeres y hombres. El sufrimiento y la incomprensión de aquellos que los amaban, a quienes se les prohibieron las manifestaciones de ternura y amor, y los ritos, sin importar los que fueren, indispensables para el duelo. Indispensables para toda civilización. Mientras que un poco de escucha, de respeto, de compasión de parte de los dirigentes y sus molierescos consejeros científicos, habrían permitido atenuar esas reglamentaciones emitidas de afán, de las que algunas son comprensibles pero aplicadas con una rigidez y una ceguera desconcertantes. 

HÁBLENOS DE TEATRO…
¡Pero si le hablo de teatro! ¡Cuando le hablo de la sociedad, le hablo de teatro! ¡Eso es el teatro! Observar, escuchar, adivinar aquello que no se ha dicho nunca. Revelar los dioses y los demonios que se ocultan en el fondo de nuestras almas. Luego, transformar, para que la belleza transfigurante nos ayude a conocer y a soportar la condición humana. Soportar no quiere decir someterse ni resignarse. ¡Eso también es el teatro! 

¿ESTÁ ENFURECIDA?
¡Ah! ¡Eso sí! Siento rabia, una terrible rabia y, agregaría, humillación como ciudadana francesa frente a la mediocridad, la auto celebración permanente, las mentiras desinformadoras ¡y la arrogancia obstinada de nuestros dirigentes.  
Durante una parte del confinamiento, estuve sumida en una semiinconsciencia debida a la enfermedad. Al despertar cometí la estupidez de ver a los representantes loros del gobierno en los medios igualmente loros. Había respetado la rapidez de reacción de Emmanuel Macron en el plano económico y su famoso “cueste lo que cueste” para evitar los despidos. Pero cuando, en mi mundito convaleciente, entraron a escena aquellos que llamo los cuatro payasos, el Director de la Salud, el Ministro de la Salud, el portavoz del gobierno, y de ñapa, el Papá Látigo en jefe, el Ministro del Interior, la rabia se apoderó de mí. Quisiera no tener que verlos jamás. 

¿QUÉ LES REPROCHA?
Un crimen. Los tapabocas. No hablo de la penuria. Ese escándalo comenzó bajo el quinquenio precedente de Nicolas Sarkozy y François Hollande. Incluso al pertenecer a un gobierno que después de dos años y medio no ha hecho más que agravar la situación del sistema de salud de nuestro país, ellos comparten esa responsabilidad.  
Pero al repetirnos, noche tras noche, en contra del sentido común, que los tapabocas eran inútiles y hasta peligrosos, nos han, noche tras noche, desinformado y, literalmente, desarmado. Mientras que hubiese sido necesario, y esto desde que la epidemia fue declarada en China, seguir el ejemplo de la mayoría de los países asiáticos y convocarnos a portar sistemáticamente el tapabocas, y por qué no, puesto que no había, a fabricarlos nosotros mismos por todos los medios posibles.  Ahora bien, tuvimos que soportar las mentiras reiteradas de los cuatro payasos, por ejemplo las palabras inolvidables de la portavoz del gobierno que nos explicó que, puesto que ella misma -la pretensión de este “ella misma”- no sabía utilizarlos, ¡entonces ninguna persona podría!
Según numerosos médicos que lo saben desde hace mucho tiempo, pero cuyas voces no se oían en los medios loros al principio de la catástrofe, todos, niños, adultos, viejos,  tendremos que  aprender a usar los tapabocas, pues vamos a estar obligados a portarlos varias veces en nuestra vida. Digo esto dado que en el clip que nos recomienda las medidas de distanciamiento, el tapabocas no aparece nunca. Yo soy de aquellas y aquellos que piensan que su uso sistemático, desde las primeras alertas, habría, como mínimo, reducido el confinamiento mortífero que soportamos.  

SOPORTAR, ¿ES ESO LO PEOR? 
Debemos dejar de soportar la desinformación de este gobierno.  No contradigo el famoso “quédate en casa”. Pero, si uno está (supuestamente) en guerra, ese eslogan no es suficiente. No se puede declarar la guerra sin apelar, al mismo tiempo, a la movilización general. Ahora bien, esta movilización, aunque abundantemente formulada, nunca fue realmente deseada. Inmediatamente nos amordazaron, nos encerraron. Y a unos más que a otros: pienso en las personas de edad y en la manera en la que han sido tratadas. 
Escucho expresarse en los medios a los anti-viejos obsesionados, que afirman que es necesario encerrarnos a todos, a nosotros, los viejos, los obesos, los diabéticos, hasta febrero, si no, dicen, esa gente va a colmar los hospitales. ¿Esa gente? ¿Es así que se habla de personas viejas y de enfermos? ¿Los hospitales estarían hechos solo para las personas productivas en buen estado de salud? Entonces, en la Francia del 2020, ¿deberíamos trabajar hasta los 65 años y una vez alcanzada esa edad, ya no tendríamos el derecho de ir al hospital para no colmar los pasillos?  Si ese no es un proyecto prefascista o prenazi, lo parece. Eso me enfurece. 

¿QUÉ HACER CON ESTA RABIA?
Esta rabia es mi enemiga porque apunta a personajes muy mediocres. Ahora bien, el teatro no debe dejarse cegar por personajes muy mediocres. En nuestro trabajo, debemos comprender la grandeza de las tragedias humanas que están aconteciendo.  Si nosotros, artistas, permanecemos en esta rabia, no lograremos traducir en obras esclarecedoras para nuestros niños lo que se vive hoy. Una obra que arrojará luz sobre el pasado para que se comprenda cómo semejante idiotez, semejante ceguera, han podido suceder, cómo este capitalismo desenfrenado ha podido engendrar semejantes tecnócratas, estos pequeños seres que desprecian a los ciudadanos. 
Durante un año, permanecen sordos a los gritos de alarma del personal médico que marcha en la calle. Hoy, les dicen: ustedes son héroes. Al mismo tiempo, nos regañan por no respetar el confinamiento mientras que el 90% de las personas lo respetan y que los que no lo hacen viven a menudo en condiciones inhumanas. Y que el “Plan Banlieue” de Jean-Louis Borloo fue rechazado sin reparos, hace apenas dos años, sin siquiera haber sido examinado y discutido con seriedad. Todo lo que ocurre hoy es el resultado de una larga lista de malas decisiones.   

ESTA CATÁSTROFE, ¿NO ES TAMBIÉN UNA OPORTUNIDAD? 
¡Oh! ¡¿Una oportunidad?! ¿Cientos de miles de muertos en el mundo? ¿Personas que mueren de hambre en India o en Brasil? ¿O que están en riesgo de hacerlo en algunos de nuestros barrios de la periferia? ¿Un empeoramiento acelerado de las desigualdades, incluso en las democracias ricas como la nuestra? 
Algunos piensan que nuestras buenas viejas guerras mundiales también fueron oportunidades… 
No puedo responder a semejante pregunta, aunque sea solo por respeto hacia todos aquellos que en India, en Ecuador o en  otros lugares, recogen cada grano de arroz o de maíz que cae a tierra. 

¿LOS FRANCESES ESTÁN SIENDO INFANTILIZADOS? 
Peor. Los niños tienen, la mayor parte del tiempo, muy buenos profes, dedicados y competentes, que saben prepararlos para el mundo. A nosotros se nos ha desarmado psicológicamente. Una historia que me ha impactado: en un EHPAD de Beauvais, las enfermeras deciden confinarse con las residentes. Se organizan, arrojan colchones al piso y se quedan a dormir cerca de sus viejas protegidas  durante un mes. No hubo ningún contagio. Ninguno. Todas ellas describen ese momento como extraordinario. Pero llega un inspector de trabajo para quien estas condiciones no son dignas. Camas en el piso, eso no se hace. Ordena que se detenga la experiencia. Las enfermeras vuelven a sus hogares, a riesgo de contagiar a sus familias, antes de regresar al EHPAD, a riesgo de contagiar a las residentes. 
En Inglaterra,  es el 20% del personal el que se confina con los residentes. Pero no, aquí, se prohíbe la continuidad de esta experiencia fundada en una generosidad real y voluntaria, por rigidez reglamentaria o por una postura ideológica. O las dos. 

ESTA EXCLUSIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES, ¿NO REVELA UN PROBLEMA DE CIVILIZACIÓN? 
Absolutamente. Cuando la presidenta de la Comisión Europea sugiere que las personas mayores permanezcan confinadas durante ocho meses, ¿se da cuenta de la crueldad de sus palabras? ¿Se da cuenta de su ignorancia del lugar de los viejos en la sociedad? ¿Se da cuenta que hay algo mucho peor que la muerte? ¿Se da cuenta que entre esos viejos, yo incluida, muchos, como yo, trabajan, actúan, o son útiles a sus familias? ¿Sabe ella que nosotros, los viejos, aceptamos la muerte como ineluctable y que somos muchos reclamando el derecho de obtenerla en el momento deseado, derecho que aún nos es negado obstinadamente en Francia a diferencia de muchos otros países? ¡Qué hipocresía! Pretender volvernos invisibles antes que dejar a los que entre nosotros lo quieren elegir el momento de morir en paz y dignidad.  
Cuando Emmanuel Macron susurra: “vamos a proteger a nuestros mayores”, tengo ganas de gritarle: no le pido que me proteja, solo le pido que no me quite los medios para hacerlo. ¡Un tapabocas, gel, pruebas serológicas!  No me extrañaría que sueñen con un EHPAD generalizado donde esconder y olvidar a todos los viejos. ¡Jóvenes, tiemblen, somos su futuro!

 ¿QUÉ DICE ESO SOBRE NUESTRA SOCIEDAD? 
Sobre la sociedad, no sé, pero dice mucho sobre la gobernanza. En todo cuerpo, una mala gobernanza revela lo más malo. Hay un 10% de genios en la humanidad y un 10% de cabrones. En la policía hay un 10% de personas que no están allí para ser guardián de la paz sino para ser fuerza del orden. Respeto a la policía, pero cuando se dan directivas imprecisas, dejadas a la interpretación de un agente, este agente, hombre o mujer, se revelará un ser humano, bueno, comprensivo y competente, o bien, actuará como un pequeño Eichmann investido de un poder sin límite y que, puesto que su hora al fin ha llegado, podrá llevar a cabo su fechoría. Así pues, hará dar media vuelta a un hombre que se dirige a la Isla de Ré para ver a su padre agonizante. O escarbará en la cesta de una señora para verificar que realmente no ha comprado sino productos de primera necesidad. Y si encuentra caramelos, la humillará. Cuando pienso que han sido denunciadas, sí, escuchó bien, denunciadas, y multadas familias que se acercaban a las ventanas para hablar con sus allegados recluidos en los EHPAD… ¿Nos damos cuenta de lo que allí subyace?   

¿LE TEME A UN ESTADO LIBERTICIDA?
Hay, indudablemente, un riesgo. La democracia está enferma. Va a ser necesario curarla. Sé bien que no estamos en China donde, durante el confinamiento de Wuhan, se soldaban las puertas de las personas para impedirles salir. Pero, guardadas las proporciones, sí, en Francia, la democracia está amenazada. ¿Conoce, seguramente, la historia de la rana? Si se la sumerge en agua hirviendo, salta inmediatamente fuera del agua. Si se la sumerge en agua fría y se calienta muy lentamente el agua, no salta, muere, cocida. Es el agua fresca de la democracia la que, poco a poco, es entibiada.  No digo que eso es lo que los gobernantes quieren hacer intencionalmente. Pero creo que son lo suficientemente brutos como para no verlo venir. Sí, descubro, con horror, que esas personas, tan inteligentes, son brutas. Carecen de empatía. No tienen ninguna consideración con el pueblo francés. ¿Por qué simplemente no decirles la verdad?  

¿HA PERDIDO TODA CONFIANZA EN LOS POLÍTICOS?
Cuando el 12 de marzo, Emmanuel Macron dijo: “Mañana será necesario sacar las lecciones del momento que atravesamos, interrogar el modelo de desarrollo con el que está comprometido nuestro mundo hace decenios y que revela sus fallas a la luz del día… La salud… nuestro estado de bienestar, no son costos… sino bienes preciados”, nos miramos estupefactos. Y aquello me recuerda la historia del emperador Ashoka que, 280 años antes de Cristo, para conquistar el reino de Kalinga, libró una batalla que terminó en una masacre tal que por el río Daya no corría ya agua sino sangre. Confrontado con esta visión, Ashoka tuvo una revelación y se convirtió al budismo y la no violencia. 
Quizá esperamos de nuestros gobernantes esta toma de conciencia del mal que cometen. Confieso que, aquella noche, esperé esta conversión de Emmanuel Macron. Anhelé que, al constatar su incapacidad ante un monstruo minúsculo que ataca el cuerpo y el alma de los pueblos, siguiera con nosotros la cadena de causalidades, comprendiera de qué manera la Historia, las decisiones y los actos de los dirigentes, de sus aliados políticos, han conducido a nuestro desarme ante esta catástrofe. Habría deseado que comprendiera hasta qué punto es, él mismo, gobernado por valores que no lo son. Eso habría sido extraordinario. 
Desearía sentir aprecio por este gobierno. Eso me tranquilizaría. Solo pediría eso. De otro modo, no les tengo ninguna confianza. No se puede tener confianza en personas que, ni un segundo, han confiado en nosotros. Cuando, permitidas o no, las manifestaciones vayan a tomarse de nuevo las calles, ¿serán de odio y de rabia, sin llegar más que a violencias y represiones, con la emboscada de Marine Le Pen que espera impávida?, ¿o serán constructivas, con verdaderos movimientos que hacen propuestas?
Algunas mañanas creo que van a ser constructivas. Y algunas noches, creo lo contrario. A lo que más le temo es al odio. Porque el odio no escoge, irriga a todo el mundo.
 
 ¿TIENE MIEDO DE UN DESCONFINAMIENTO DEL ODIO?
¡Exactamente! Miedo del desconfinamiento del odio encolerizado. ¿Será que el pueblo francés va a lograr sanar, o por lo menos orientar su rabia, por lo tanto sus odios, hacia propuestas y acciones profundamente innovadoras y unificadoras? ¿Vamos a lograrlo? Sería hora. Pues lo peor aún es posible. Lo peor, es decir, Brasil, Estados Unidos, etc. No estamos ahí pero llegaremos, a fuerza de privatizaciones, a fuerza de exigir de los directores de los hospitales que se comporten como jefes de empresas rentables. Felizmente, Emmanuel Macron tuvo la astucia de poner en marcha inmediatamente una red de seguridad (subsidio de desempleo) para que Francia no deje  en la ruina a 13 millones de sus ciudadanos. Era lo único por hacer. Lo hizo. Eso debe saludarse. Pero esta astucia no tiene nada que ver con una pseudo- “generosidad” del gobierno, como parece creer cierto ministro. Esta astucia es la expresión misma de la fraternidad que está inscrita en nuestros frontones. Esa es la verdadera Francia, la que quizá aún despierta la admiración y la envidia de los países que nos rodean. Por una vez, se ha dejado atrás la economía con el fin de proteger a las personas. ¡Menos mal! 

¿QUÉ ESPERA PARA LOS ARTISTAS, LOS INTERMITENTES?
Acabo de escuchar, hace un momento, que Emmanuel Macron accede, afortunadamente,  a la reivindicación de los subvencionados que solicitan un año de exención con el fin de que todos los que no podrán trabajar en los meses que vienen, puedan resistir. Ya es así. Aquí, en el Soleil, podemos trabajar, tenemos una subvención, un lugar, un proyecto y herramientas de trabajo. Depende de nosotros encontrar la fuerza y el impulso necesarios. No es el caso de los intermitentes y artistas que, para encontrar trabajo, dependen de empresas que a su vez están en dificultades. Incluso si, mientras esperan, algunos van a lograr ensayar, va a ser necesario, para actuar, esperar que las salas puedan abrir a plena capacidad. Esto puede durar largos meses, hasta la aparición de un medicamento. Ellos no deben ser abandonados, el futuro de la creación teatral francesa, rica como pocas, quizá única en el mundo, depende de ellos. Nadie perdonaría, ni artistas ni público, que dejemos que regrese la aridez.     
En una inundación, se envía a los bomberos y los helicópteros a salvar a las personas refugiadas en sus techos. Cueste lo que cueste. El virus nos asedia a todos, pero, de hecho, las artes vivas van a sufrir el más largo bloqueo. Entonces, como durante el bloqueo en Berlín, es necesario un puente aéreo que dure mientras el asedio no se levante, mientras que el público no pueda volver, seguro y activo, con entusiasmo. Con tapabocas, si aún es necesario. Pero la distancia física no será sostenible en el teatro. Ni sobre escena, ni siquiera en la sala. Es imposible. No solamente por razones financieras, sino porque es lo contrario a la dicha.  

¿NO ES TIEMPO DE APELAR A UN NUEVO PACTO PARA EL ARTE Y LA CULTURA?
No solamente para el arte y la cultura. Hacemos parte de un todo. 

 Ariane Mnouchkine – Paris,  6 de mayo de 2020 * Entrevista realizada por Joëlle Gayot para  Télérama * Traducción: Freddie López y Lorena Terán

*** Ariane Mnouchkine – Paris, le 6 mai 2020
Propos recueillis par Joëlle Gayot pour Télérama ***

AU FIL DES JOURS / PUBLICATION DU 14/05/2020

ENTRETIEN AVEC ARIANE MNOUCHKINE

Propos recueillis par Joëlle Gayot pour Télérama
Photo Richard DUMAS / Distribution agence VU

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